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De niña, me encantaba fisgar en el baúl que mi abuela tenía en el desván, decían que era el de los telares. Pero cada vez que lo abría mi imaginación se desbordaba, dentro había libros, revistas de moda, trozos de tela, carretes de hilos... El baúl parecía no tener fondo y cada vez que hacía una incursión, parecía ser siempre la primera. ¡Siempre encontraba algo nuevo!
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